devenir

Lo que motivó a los griegos a filosofar fue el asombro, y ese asombro fue, ante todo, asombro por el cambio, es decir, por el hecho de que las cosas pasan de ser a no-ser y viceversa. Un árbol, por ejemplo, gracias a ese cambio que se llama crecimiento, pasa de ser pequeño, y, por tanto, no ser grande, a ser grande y no ser pequeño. Y el cambio o devenir se manifiesta en múltiples fenómenos del universo: en el cambio de las estaciones – posición del sol, transformaciones de la vegetación, etc.-; en el desarrollo del embrión hasta llegar al individuo adulto; en el nacimiento y la muerte, y, en general, en la aparición y desaparición de las cosas.

Ante tal espectáculo los griegos se preguntaron: ¿Qué es esto del cambio? ¿Por qué lo hay y qué significa? ¿ Es qué no hay más que cambio, que todo es cambio? ¿O más bien el cambio es cambio de algo que en su último fundamento no cambia, es decir, de algo permanente? ¿O será el cambio en definitiva mera apariencia, una ilusión?

Pues bien, un filósofo, Heráclito, afirmó que el fundamento de todo está en el cambio incesante; que el ente deviene, que todo se transforma en un proceso de continuo nacimiento y destrucción al que nada escapa. Otro, al contrario, (Parménides) enseñó que el fundamento de todo es el ente inmutable, único y permanente, que el ente «es«, simplemente, sin cambio ni transformación ninguna.

4 comentarios en “Ontología: devenir e inmutabilidad,una introducción a Heráclito y Parménides.

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