El aspecto más decisivo de la filosofía Kantiana se encuentra en el reconocimiento del valor de la persona humana, en la cual se pone de relieve su índole activa, en general, y ética en especial. La persona, el sujeto, no es una cosa, sino que más bien las cosas son “productos” del sujeto, porque en este tiene su origen la legalidad y orden del mundo fenoménico, la estricta causalidad y mecanicismo que allí dominan -según enseña la Crítica de la razón pura. Pero el sujeto mismo, por su parte, no está sometido a tales leyes; éstas surgen de él, no él de ellas. Considerado en su aspecto noúmenico, como sujeto moral, es persona, vale decir, un ente libre, pleno de dignidad -y esto lo enseña la Crítica de la razón práctica.
De tal manera puede apreciarse la rigurosa complementación e íntima solidaridad de las dos primeras Críticas, y a la vez puede comprenderse el profundo sentido de las palabras que Kant escribe hacia el final de la Crítica de la razón práctica, palabras que luego se inscribieron en la tumba del filósofo:
Dos cosas llenan el ánimo de admiración y respeto siempre nuevos y crecientes, cuanto con más frecuencia y aplicación se ocupa de ellas la reflexión: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral en mí.
En este pasaje se ocupa Kant de los dos grande temas de que se ocupa en la Crítica de la razón pura y en la Crítica de la razón práctica, respectivamente. El cielo estrellado simboliza aquí la naturaleza, el maravilloso orden y armonía que en ella domina (y que están fundados en las leyes que la propia razón dicta); el otro objeto de admiración reside en ese otro mundo, que ya no es el sensible, sino el inteligible: el de la libertad, el de la persona moral.
Notas y referencias.
Crítica de la razón práctica (Kant)
Crítica de la razón pura (Kant)
Principios de filosofía (Adolfo P. Carpio)