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En otro dialogo platónico, en el Menón, el personaje que da nombre a la obra expresa en cierto momento el mismo estado de ánimo en que se encontraba Laques. Menón acaba de ser refutado, y entonces observa:

Menón: Sócrates, había oído decir, antes de encontrarte, que tu no haces otra cosa sino plantearte dudas y dificultades y hacer que los demás se las planteen.

En estas palabras podemos encontrar lo que llamamos el caracter problematicista del filosofar socrático, cuyo objeto era sembrar dudas, hacer que los demás pensasen, en lugar de estar convencidos y contentos de saber lo que en realidad no sabían. Y agrega Menón:

Si me permites una broma, te diré que, tanto por tu aspecto cuanto por otros respectos, me pareces muy semejante a ese chato pez marino llamado torpedo. Pues entorpece súbitamente a quien se le acerca y lo toca; y tú me parece que ahora has producido en mí algo semejante. Verdaderamente, se me han entorpecido el alma y la boca, y no sé ya qué responderte.

Tal como Menón afirma, la refutación socrática termina por turbar el animo del interrogado – que creía saber y estaba muy satisfecho de sí mismo y de su pretendida ciencia.-, hasta dejarlo en una situación en la cual ya no sabe qué hacer, en que no puede siquiera opinar, pues se encuentra como paralizado mentalmente.

No debe pensarse que Sócrates  quisiera poner las opiniones  ajenas en ridículo o burlarse ellas, por el contrario, la refutación es una actividad completamente seria.

Más aun, se trata de una actividad, no sólo lógica o gnoseológica, sino primordialmente moral. Pues la meta que la refutación persigue es la purificación o purga que libera el alma de las ideas i nociones erróneas. Para Sócrates la ignorancia y el error equivalen al vicio, a la maldad; sólo se puede ser malo por ignorancia, porque quien conoce el bien no puede sino obrar bien. Por tanto, quitarle a alguien las ideas erróneas equivale a una especie de purificación moral.

Quien tiene el alma llena de errores, vale decir, quien tiene su espíritu contaminado por nociones falsas, no está en condiciones de admitir el verdadero conocimiento; para poder asimilar adecuadamente la verdad, es preciso que previamente se le hayan quitado los errores, que se haya liberado, purificado o purgado el alma, que se le haya sometido pues a la «catarsis»

La refutación hace pues, que el refutado se llene de vergüenza por su falso saber y reconozca los limites de sí mismo. Sólo merced a este proceso catártico puede colocarse al hombre en el camino que lo conduzca al verdadero conocimiento: tan sólo el reconocimiento de la propia ignorancia puede constituir el principio o punto de partida del saber realmente válido.

Comprendemos mejor entonces lo que Sócrates busca: la eliminación de todo saber que no esté fundamentado. Por este lado, su método se orienta a la eliminación de supuestos. A su juicio nada puede tener valor si resulta incapaz de sostener la crítica, si no puede salir airoso del examen a que lo someta el tribunal de la razón. Un conocimiento sólo merecerá el nombre de tal en la medida en que sea capaz de superar cualquier crítica que sobre él se ejerza; de otro modo, no puede pasar de ser una mera opinión -provisoria, teóricamente insostenible, útil quizás para la vida más corriente del hombre, pero no para una vida plenamente humana, consiente de sí misma.

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