etica

Ya hemos señalado con anterioridad que Aristóteles piensa toda la naturaleza de manera finalista, teleológica. Cuando un cuerpo cae, por ejemplo, ello se debe a que tiene como meta o fin el «lugar natural» hacia el que se dirige: el fuego se eleva porque su lugar natural está en lo alto; la piedra cae, porque el suyo está abajo. Incluso la entera esca la de la naturaleza puede interpretarse finalísticamente, como si desde la materia menos informada hubiese una especie de continuo esfuerzo, de ascensión a grados cada vez más superiores, más ricos, más «actuales» (más reales), hacia la realización más perfecta de la forma. Esta teleológia valdrá también, pues, para la acción del hombre.

El hombre continuamente obra, realiza acciones. Y lo que hace, lo hace porque lo considera un «bien», porque si no lo considerase un bien, no lo haría (otra cosa es que se equivoque, y que lo que considera un bien sea un mal). Pero ocurre que hay bienes que no son nada más que «medios» para lograr otros, como, por ejemplo, el trabajar puede ser un medio para conseguir dinero; mas hay otros bienes que, en cambio, los consideramos «fines», es decir, que los buscamos por sí mismos, como, por ejemplo, la diversión o entretenimiento que el dinero nos procure. Pero además tenemos que admitir que todos nuestros actos tiene que tener un fin último o dirigirse a un bien supremo, que dé sentido a todos los demás fines y medios que podamos buscar, porque de otra manera, si buscamos una coas por otra, y está por un tercera, y así al infinito, la serie carecería de significado, no se tendría en el fondo nada más que una serie de «medios» a la que le faltaría el «fin», vale decir, aquello que otorga sentido a los medios.

Aristóteles señala dos características que le corresponden a este bien supremo. En primer lugar, tiene que ser el final, algo que deseemos por sí mismo y no por otra cosa -de otro modo no sería el fin último-. En segundo lugar, tiene que ser algo que se baste a sí mismo, es decir, que sea autárquico, porque si no se bastase a sí mismo nos llevaría a depender de otra cosa. Tal bien supremo, y sobre esto todos los hombres están de acuerdo, es la felicidad, y Aristóteles dice:

Tal parece ser sobre todo lo demás, la felicidad, pues la elegimos siempre por sí misma y nunca por otra cosa.

Sin embargo los hombres al coincidir en buscar y desear la felicidad, sucede que creen poder encontrarla en cosas muy diversas: unos, por ejemplo, sostienen que se encuentra en el placer; otros pretenden que se halla en los honores; otros, en las riquezas.

La teoría que sostiene que la felicidad se halla en el placer se llama hedonismo. Pero Aristóteles rechaza tal teoría. Aristóteles sostiene que una vida de placeres es un vida puramente animal. Otra razón para rechazar el hedonismo es que en el placer dependemos del placer, estamos atados al objeto del placer. De tal modo resulta que no seremos autárquicos, pues, el placer no es un bien que se baste a sí mismo.

Otros sostienen que la felicidad se logra con los honores, en la fama, en la carrera política. Pero Aristóteles señala que en este caso tambpoco se logra la autarquia, puesto que los honores no dependen de nosotros, sino de los demás, que nos lo otorgan, los pueden también quitar.

En cuanto a quienes colocan la felicidad en el dinero, «es evidente que la riqueza no es el bien que buscamos, pues sólo es útil para las cosas», es un medio, no un fin.

Sin embargo, Aristóteles no niega de modo absoluto el valor del placer, los honores y la riqueza. Aristóteles es persona que sabe muy bien calibrar, medir y apreciar los encantos que puede tener la existencia humana en todos sus aspectos. La Ética nicomaquea es uno de los libros más ricos que existen en cuanto se refiere al análisis concreto de la vida humana, interesantísimo, para todo el que tenga verdadera vocación filosófica y psicológica, por la extraordinaria penetración y finura del juicio, y, a la vez, por la comprensión que tiene Aristóteles para todas las cosas, pues no es pensador dogmático y encerrado en unas pocas ideas, sino siempre dispuesto a recibir todas las opiniones, inclusive las que pareciesen en primera instancia más opuestas a las suyas.

Notas y referencias.

Teleología – Creencia en que la marcha del universo es como un orden de fines que las cosas tienden a realizar, y no una sucesión de causas y efectos. // Estudio de las causa finales.

Hedonismo – Doctrina ética que identifica el bien con el placer, especialmente con el placer sensorial e inmediato.

Autarquía – En la Antigua Grecia varias corrientes filosóficas vieron en la autarquía un ideal de vida. Para las escuelas cínica, estoica, epicúrea y cirenaica, la autarquía es la situación propia del sabio, que se basta a sí mismo para ser feliz, pues no necesita para ello otra cosa que el ejercicio de la virtud. En este sentido, es la independencia del sabio, que junto a la autonomía (libertad) y la ataraxia (imperturbabilidad) configuran las características ideales del sabio.

Principios de filosofía (Adolfo P. Carpio)

Ética nicomaquea (Aristóteles)

Dios.

La escala de la naturaleza según Aristóteles.

Aristóteles: El cambio y las cuatro causas.

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